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Bienvenido a ‘Westworld’, un futuro distópico y... ¿lejano?


Se veía venir. Empiezas cobrando conciencia... y acabas queriendo dominar el mundo. We want the world and we want it now, que decía el Rey Lagarto. Y no, no hablamos de romper el cascarón en la adolescencia y descubrir un universo de posibilidades.

Hablamos de algo mucho más grande y más turbio. Hablamos de Westworld. O mejor: de lo que late bajo la superficie de la serie de moda.

Por si andas atrasado con tus vicios seriéfilos, aquí va una breve sinopsis: Westworld es un parque temático que sumerge a los visitantes en una especie de Salvaje Oeste habitado por realistísimos robots programados para el “goce” de los humanos. Lo que pasa en Westworld, se queda en Westworld.

Y, una vez fuera, omertá. Cada uno a seguir con su vida de postal. Esa era la idea de su creador. Pero algo sucede. Algo que no te vamos a contar. (Vale, un poquito sí tenemos que contarte. Spoilers!)

Spoiler Alert

Visitar Westworld es como habitar una partida de Grand Theft Auto en la que escenarios, personajes y tramas hubieran sido diseñados como un cruce de realidades entre Blade Runner, Deadwood, Black Mirror y Perdidos.

Es una Disneyland de los bajos instintos con olor a western en la que casi nada es lo que parece. La Magaluf sin ley de los ricos libertinos de un futuro tecnológico... ¿muy lejano?

Bueno, puede que no tanto.

Westworld es ciencia ficción, sí. Pero de esa que va más allá de la especulación alrededor de lo tecnológicamente concebible para acercarse al terreno de lo tecnológicamente realizable.

A nosotros se nos ocurren al menos 5 cosas en las que los creadores de la serie no van para nada desencaminados.

Amor en las laderas del Valle Inquietante

La hipótesis del “Valle inquietante” sostiene que empatizamos con los robots a medida que aumentan su apariencia humana. Nos da cosica ver que empiezan a parecerse a nosotros, como cuando encuentras a tu “doble” en un bar. Pero a partir de un punto, algo hace clic y, pum, comienza el valle.

Empieza la empatía, se acaba el rechazo y surge... ¿el amor? Según dicen los expertos, en 2050 las parejas humano-robot serán comunes y el matrimonio con robots legal. Y no, no valdrá casarse con la Thermomix, aunque jures y perjures que te conquistó por el estómago.

Aún estamos muy lejos de lograr un robot tan listo y flipantástico como la Dolores de Westworld, pero sí tenemos a Sophia. Con su cerebro artificial, su labia robótica y su cara mecánica que reproduce hasta 62 expresiones faciales, ella es el mejor ejemplo de lo que nos espera.

Se alquilan robots para perrerías

En Westworld, los humanoides son poco más que juguetes rotos al servicio de los visitantes. Al menos, al principio. Algo así como los sexbots, un sector con una demanda enorme en nuestro presente.

La empresa china EXDOLL, por ejemplo, fabrica hasta 400 muñecas personalizadas al mes que pueden identificar emociones, recordar cosas y hasta brindar conversación.

Esto lleva un tiempo alimentando debates, como el peligro de que esta realidad potencie la objetivización de la mujer, hasta quienes piden derechos humanos para los robots.

Porque se ha hablado mucho de la rebelión de las máquinas, pero poco nos hemos parado a pensar en por qué querrían revelarse. Igual resulta que el peligro somos nosotros mismos.

Un asunto estudiado a conciencia

Es una de las grandes metas de la Inteligencia Artificial: lograr robots con redes neuronales capaces de llegar a la autoconsciencia. Para ponérselo fácil, nosotros nos ponemos en su lugar haciendo el inconsciente muchos fines de semana.

En Westworld, la autoconsciencia es el principio del fin. La cosas en el parque se salen de madre cuando algunos robots empiezan a recordar su pasado. Pues bien, si hacemos caso a papers y titulares, ya se han dado casos de robots que han demostrado conciencia de sí mismos.

Que tu Roomba se escape de casa en cuanto abras la puerta, ya es solo cuestión de tiempo.

Adiós a los (malos) recuerdos

En la serie, los anfitriones existen solo para brindar aventuras extremas a los visitantes. Y cuando los humanos de turno se largan, si te he visto no me acuerdo.

Comienza un nuevo ciclo para el bot que es reseteado, volviendo a su estado inicial y listo para cumplir, una vez más, con el papel asignado. Vamos, como un Tipp-ex para la memoria.

En la vida real, un equipo de investigadores de la Universidad de Columbia asegura haber encontrado la manera de borrar recuerdos de manera selectiva, como en la película ¡Olvídate de mí! Vale, la cosa tiene truco.

El logro en cuestión no se ha producido en humanos, sino en un pariente lejano: un caracol marino del género Aplysia. Puede sonar poco prometedor, pero lo cierto es que, a niveles muy básicos, la neuroquímica de nuestras neuronas es prácticamente idéntica a la del caracol. En serio.

Skynet is coming

Y ahora llegamos a La Pregunta. ¿Podría un robot llegar a desarrollar sus propias ideas y dudas existenciales? ¿Llegará el día en el que una inteligencia artificial creada por el hombre llegue a revelarse contra su creador?

Hay que sugieren que sí, que la Inteligencia Artificial es, por naturaleza, contraria a la idea de su contención. Que, como sucede en Westworld, podría llegar un punto en el que una IA suficientemente “lista” quiera salirse de su cajón y su rutina.

Pensar en estas cosas mientras ves a los robo-perros de Boston Dynamics abriendo puertas sin ayuda puede hacer que se te anude el esófago. Sobre todo después de haber visto este episodio de Black Mirror. Pero eh, son solo conjeturas. Y de momento es solo ficción.

Nosotros somos optimistas. Somos de ver el vaso medio lleno... y la nevera espaciosa. Estamos convencidos de que los beneficios de la Inteligencia Artificial superan con creces a los riesgos.

Y si disfrutamos con una serie como Westworld es porque aprendemos y pensamos. No solo de robótica, sino también de la especie humana. La cosa va de humanoides, sí, pero el Laberinto está dirigido a nosotros.

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